sábado, 1 de octubre de 2016

Sobre la Critica de Arte

DE LA CRÍTICA DEL ARTE A LA CRITICA DE LA INTERPRETACIÓN
por Lara Vismara

*

Como bien sabemos, las vanguardias del siglo XX alteraron las estructuras vigentes y revolucionaron los parámetros creativos en todas las artes. Hoy en día quedaron los vestigios de una crítica de arte que esta en alerta, temiendo estar en peligro de extinción. A la hora de investigar sobre la cuestión de la crítica de arte en la actualidad, podemos encontrarnos con la idea de que ésta ha entrado en crisis en los últimos años. Hoy en día es normal hallar un arte que busca alejarse de la explicación e interpretación del experto. Muchos creen que esto se debe a la expansión de lo que se conoce como arte critico, el cual busca interpelar al espectador de manera directa y relativizar las diferentes interpretaciones y maneras de vincularse con el arte. Otros observan la llegada de un arte mas simple, pero menos “profundo”. También están quienes creen que los avances tecnológicos y de Internet amplían los espacios de opinión y discusión sobre arte, dejando lugar a la opinión de personas no especializadas. También encontramos a quienes piensan que la crítica perdió credibilidad y seriedad al haber caído en la lógica del mercado, lo efímero, la moda. Estas razones pueden ser ciertas, o no. En definitiva, numerosos artistas y críticos creen que el problema de esta decadencia se traduce en un creciente “analfabetismo” e “ignorancia” que se encuentra en el que el público a la hora de interpretar una obra de arte. Me interesa indagar sobre en cuestión de la critica del arte en la actualidad, porque considero que hay algo confuso detrás de los conceptos claves que pertenecen al ámbito del arte y eso es algo sintomático de esta supuesta decadencia. Básicamente, creo que detrás de la idea de interpretación subyace, en primera instancia, cierta ambigüedad y, en segunda instancia, una contradicción.  

**

Ahora bien, ¿qué es la crítica de arte? ¿Para qué sirve? ¿Qué importancia tiene? En líneas generales, se la puede definir como un análisis sistemático y crítico de una producción artística de un determinado período histórico, teniendo en cuenta las condiciones materiales y simbólicas del contexto en el que ésta fue llevada a cabo. Además consiste en una observación minuciosa y detallada de las partes y del conjunto, requiriendo ciertos conocimientos previos, para que el crítico pueda entablar un diálogo con la obra. Este análisis conlleva, implícita o explícitamente, un juicio de valor. El crítico es juez e intérprete de la obra. Dicho juicio de valor está dirigido a un público no especializado y contribuye a crear un espacio de formación y de discusión, cumpliendo tanto con una función informativa como formativa. Aparece como mediador entre la obra y el espectador común y corriente. En teoría, su función es dar a conocer su interpretación, traducción y valoración una obra con ojo crítico, emitir un juicio de valor “desinteresado”, como diría Kant. La cuestión de la figura del crítico en tanto “experto” me remite a la postura de Hume con respecto a “la norma del gusto”. El sostenía que, frente a la existencia de una diversidad de gustos en el mundo, existen determinadas apreciaciones que son legítimas y verdaderas, por el solo hecho de estar fundamentadas en la delicadeza en el gusto del experto, la cual le puede apreciar hasta el más mínimo detalle del conjunto.
Para hacer una distinción más ilustrativa, me gustaría traer a colación el interesante aporte de Guido Ballo, quien transforma a los receptores en “ojos” y los clasifica en cuatro: el ojo común, el ojo snob, el ojo absolutista y el ojo crítico.  El primero de ellos, el común, es el que tiene la mayoría de las personas y, a la hora de apreciar el arte,  se guía por la costumbre, lo tradicional y lo convencional. No obstante, entre el ojo común pretende destacarse un ojo snob, que se acopla a lo que está de moda y pretende mostrarse como culto y conocedor de cultura general. Por otro lado, podemos encontrar en algunos casos un ojo absolutista, que  se trata de un observador polémico: tiene un vasto conocimiento sobre arte pero generalmente apunta a una sola dirección y rechaza todo lo que no entre en su campo de visión. Ballo va a decir que por desgracia muchos críticos de arte se encuentran en esta categoría. Son cerrados y generan juicios de valor arbitrarios y extremistas: arte o basura, todo o nada. Finalmente, Ballo va a decir  que una real apreciación estética requiere un ojo crítico, el cual requiere de mayor formación teórica y es capaz de captar en una obra los “síntomas” de la época en la que esta fue llevada a cabo. Este ojo descubre que, si bien la universalidad del arte es absoluta, sus raíces son siempre particulares. Por eso no solo requiere formación, sino también intuición, superación y variación del ángulo para encontrar el indicado para apreciar la obra.
Otra contribución interesante es la de Benjamin, quien, como crítico literario, hace una clara distinción entre el comentario y la crítica de una obra: al primero lo llamaba contenido real mientras que al segundo lo denomina contenido de verdad. Él va a decir que ambos están unidos en el primer periodo de la obra, pero a medida que pasa el tiempo e interviene el análisis crítico, se revela el contenido de verdad que subyace bajo su encubrimiento original. Entonces, la labor del crítico es conocer, investigar, iluminar y acercarse al contenido de verdad de la obra artística.
Me resultó interesante la propuesta que introduce Susan Sontag en su ensayo “Contra la interpretación” (1964). Allí pone en tela de juicio la manera que tiene la sociedad de su momento de vincularse con el arte. Ella sostiene que este vínculo se caracteriza por centrar más el foco en el contenido de la obra, lo que subyace, lo que está detrás de la simple apariencia. El énfasis puesto en el contenido deja de lado la importancia de la forma. Ella sitúa la separación de la forma y el contenido, como dos elementos básicos de toda obra de arte, en la Antigüedad con las primeras teorías estéticas de Platón y Aristóteles. Estas teorías miméticas, a pesar de discrepar  con respecto al estatuto ontológico y al valor cognitivo de las imágenes resultantes de la mimesis, coinciden al concebir la forma como algo accidental y secundario, mientras que el contenido es lo prioritario y esencial. Lo real y verdadero está en el significado de lo que la obra representa, en cambio la apariencia sensible de la misma pasa a un segundo plano, ya como un simulacro engañoso, una copia de copias que aparta a las personas del orbe de las ideas (Platón), o ya como imitación de acciones cuyo efecto catártico obedece a que no se la confunda con sus modelos reales (Aristóteles). Por lo tanto, la práctica de la interpretación paso a tener importancia, por desentrañar los contenidos que están implícitos en las obras. La interpretación procede como una traducción, una transformación de lo inmediato y obvio por el uso de un código que revela lo escondido y latente.
Para Sontag, la idea misma de contenido se torna un obstáculo en la época en la que escribe, porque la interpretación se ha tornado cada vez más compleja. De hecho, su reflexión se torna mas radical al afirmar que la interpretación es la forma típicamente moderna de comprender algo, al elevar lo que ocurre en el campo artístico a nivel sistema. Pero sin ir mas lejos, ella afirma metafóricamente que “la interpretación, basada en la teoría (…) de que la obra de arte está compuesta por trozos de contenido, viola el arte”. ¿Qué quiere decir semejante afirmación? Significa que los intérpretes, o más bien los críticos, estrujan la obra de arte con tal de obtener el oro, el contenido de verdad como diría Benjamin, desintegrando la forma, y esto muchas veces termina desvirtuando y hasta deformando a la obra. Caracteriza a la interpretación como una reducción del mundo real en un mundo de significados. Los “enfoques contenidistas” subsumen al arte en el campo de la teoría y bloquean la fuerza liberadora que lo caracteriza, al concebir a la obra como un acertijo. Por lo tanto, esta búsqueda de la verdad que subyace tras la apariencia puede recaer en la ceguera.
Por eso es que, tanto para Sontag y como para otros pensadores de la época, el arte moderno pretende huir de la interpretación, de la búsqueda de significados ocultos.  Por eso, la autora destaca la transparencia en las obras, la cual supone experimentar la luminosidad del objeto en sí, de las cosas tal como son. Ella cita ejemplos de manifestaciones artísticas que huyen de la interpretación y dan valor a la transparencia de la forma, como es el caso del pop-art, la pintura abstracta, la poesía moderna o el cine de Bergman, Godard, etc.  En definitiva, no menosprecia el intelecto del crítico sino que, más bien, reivindica otro modo de vincularse con el arte. Propone una erótica del arte, una crítica que se detenga en el “cómo es lo que es”, la forma de la obra.
Diez años antes al ensayo de Sontag, Pareyson elabora su teoría de la formatividad, la cual considera a la obra de arte como el resultado de un proceso dialéctico entre el artista y la materia (materia entendida como medios expresivos, técnicas, teorías, lenguajes, etc.). En este proceso, el artista se pone el dialogo con la materia, a través de la interpretación. La obra va tomando forma a medida que el artista se somete al camino que decidió tomar, ya que hay una multiplicidad de relaciones entre forma y materia. En resumidas cuentas, en la recepción de una obra finalizada ocurre lo mismo, no hay una única interpretación, sino que cada intérprete se sirve de su personalidad como instrumento de lectura de la obra. No hay un contenido de verdad sino interpretaciones, existen múltiples caminos para llegar a una misma verdad. Tanto Sontag como Pareyson dan relevancia a la forma, aunque el segundo tiene una idea de interpretación distinta a la de la primera. Sontag concibe la interpretación en relación a la función del crítico de arte, mientras que Pareyson parece entender la interpretación como la acción que hace cualquier sujeto que contempla una obra de arte.
Admiro el hecho de que ella, siendo escritora, novelista y ensayista, entre otras tantas cosas, examine y cuestione los fundamentos de la crítica y la interpretación, proponiendo un vínculo erótico con el arte. Y así fue cómo ella produjo material con esta finalidad. Sin embargo, advierto que esta postura no logra un conciliar la separación entre la forma y el contenido, sino mas bien se invierten los roles que habían adquirido tradicionalmente.

***

Creo que es muy útil contar con las herramientas adecuadas para “conectar” con la obra. Conectar seria saber interpretar, dejar que la obra penetre en nosotros a través de los sentidos, recibir un mensaje. Dicho mensaje puede gustar o no, generar sensaciones agradables o desagradables. Por ejemplo, Baudelaire decía que la crítica debía ser parcial, apasionada, política, hecha desde un punto de vista exclusivo pero que abra la mayor cantidad de horizontes. De esta manera, la crítica le permitió al “Baudelaire poeta” conocer otras obras de arte a través de la experiencia estética, así como también hace posible que el “Baudelaire crítico” pueda descubrir su propio yo a través de su experiencia directa con las manifestaciones artísticas. Criticar es conocer y al mismo tiempo recordar las analogías entre las obras y el mundo interior del artista.
No obstante, me pregunto… ¿cómo sería el mundo si no hubiesen existido críticos de arte en ningún momento de la historia? ¿Qué hubiera pasado con el arte? Básicamente, mi gran duda es: ¿Las herramientas que aporta la crítica para la apreciación del arte son necesarias, constituyen una condición sine qua non?
Esta tendencia a creer que hay una “ignorancia” general en el público parece ser el síntoma de aquella creencia de que el arte solo puede ser entendido por unos pocos, por aquellos que estudiaron o aquellos que “nacieron con un don”. En contados casos vemos críticos o expertos en arte que poseen el ojo absolutista, como diría Ballo, que hablan desde una posición de poder. La figura del crítico como único poseedor de conocimiento y capacidad de juzgar una obra es sumamente determinante e influyente. Esto ocurre, no solo con el ojo absolutista que criticaba Ballo, sino también el ojo crítico. Es sumamente probable que muchos críticos literarios hayan desvirtuado el verdadero significado de una novela o la obra completa de un autor. Y si esto no es así, ¿cómo puede ser que existan tantas interpretaciones posibles de la obra de Kafka? Considero que el impacto que genera la crítica en la sociedad es más fuerte de lo que aparenta. Muchas veces el discurso del experto se impone, tiene poder de veto y transformación. La interpretación que se logra imponer marca el destino de la obra y del artista, abre algunas puertas y cierra otras e, inconscientemente, determina la forma en que vamos a vincularnos con el arte. Esto ocurre en diversos contextos, desde un jurado que evalúa y discute quien será el ganador de un concurso de artesanías regionales hasta un sujeto que escribe una reseña del último disco de una banda en la revista Rolling Stone. El crítico construye los estándares en el arte, y el ojo común los consume.
El problema no está en el hecho de que la critica cobre un carácter arbitrario o absolutista. Sin embargo, creo que en el arte todo vale por el simple hecho de ser una representación de un sujeto, ya sea de una idea de belleza, de un sentimiento o lo que sea. Independientemente del contenido de la crítica, y la pluralidad de críticas que se puedan hacer, como receptores tenemos determinados un camino a seguir, sin dejar lugar a otras posibilidades. Entonces, paradójicamente, la critica nos amplia y nos limita. De acuerdo con Fragasso, para superar la subjetividad arbitraria de la crítica y abrir un gran número de perspectivas, sería preciso que ésta misma pueda cuestionar sus propios fundamentos y certezas. Entonces, podría decirse que lo que muchos ven como una decadencia en la crítica de arte, otros lo ven como un gran paso.

****

Ahora puedo sacar mis propias conclusiones. La cuestión de la crítica del arte me llevó directamente a la cuestión de la interpretación, y allí es donde veo un terreno pantanoso. En él hay ambigüedad: Interpretación puede ser la traducción del experto (Sontag), pero también puede ser la de cualquier intérprete no especializado (Pareyson). También hay contradicción: la interpretación amplía nuestros horizontes, pero limita nuestra visión. Por lo tanto, hay un cortocircuito que nos puede llevar a discusiones sin salida. Teniendo en cuenta la pluralidad de caras que esconde un simple concepto, puedo entender que el problema es semiótico.
Desde mi humilde opinión, estoy a favor de una idea de interpretación basada en el individuo común y corriente que analice, investigue, y experimente por su propia cuenta el arte, como si él fuera un crítico, y que pueda intercambiar sus interpretaciones con las de otras personas. Desde mi experiencia personal, escribiendo en una revista de crítica de cine, me sentí varias veces interpelada cuando escribía mis análisis, porque en realidad me siento y me veo a mi misma como una cinéfila común y corriente. Prestaba atención a las formas y contenidos que yo creía relevantes del film, sabiendo que quizás otra persona le daría más importancia a otras cuestiones. Creo que esta idea de interpretación, que se esta gestando en muchos espacios, seria una forma fructífera de conectar con el arte.