DE LA CRÍTICA DEL
ARTE A LA CRITICA DE
LA INTERPRETACIÓN
por Lara Vismara
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Como
bien sabemos, las vanguardias del siglo XX alteraron las estructuras vigentes y
revolucionaron los parámetros creativos en todas las artes. Hoy en día quedaron
los vestigios de una crítica de arte que esta en alerta, temiendo estar en
peligro de extinción. A la hora de investigar sobre la cuestión de la crítica
de arte en la actualidad, podemos encontrarnos con la idea de que ésta ha
entrado en crisis en los últimos años. Hoy en día es normal hallar un arte que
busca alejarse de la explicación e interpretación del experto. Muchos creen que
esto se debe a la expansión de lo que se conoce como arte critico, el cual
busca interpelar al espectador de manera directa y relativizar las diferentes
interpretaciones y maneras de vincularse con el arte. Otros observan la llegada
de un arte mas simple, pero menos “profundo”. También están quienes creen que
los avances tecnológicos y de Internet amplían los espacios de opinión y
discusión sobre arte, dejando lugar a la opinión de personas no especializadas.
También encontramos a quienes piensan que la crítica perdió credibilidad y
seriedad al haber caído en la lógica del mercado, lo efímero, la moda. Estas
razones pueden ser ciertas, o no. En definitiva, numerosos artistas y críticos
creen que el problema de esta decadencia se traduce en un creciente
“analfabetismo” e “ignorancia” que se encuentra en el que el público a la hora
de interpretar una obra de arte. Me interesa indagar sobre en cuestión de la
critica del arte en la actualidad, porque considero que hay algo confuso detrás
de los conceptos claves que pertenecen al ámbito del arte y eso es algo
sintomático de esta supuesta decadencia. Básicamente, creo que detrás de la
idea de interpretación subyace, en
primera instancia, cierta ambigüedad y, en segunda instancia, una
contradicción.
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Ahora
bien, ¿qué es la crítica de arte? ¿Para qué sirve? ¿Qué importancia tiene? En
líneas generales, se la puede definir como un análisis sistemático y crítico de una producción artística de un
determinado período histórico, teniendo en cuenta las condiciones materiales y
simbólicas del contexto en el que ésta fue llevada a cabo.
Además consiste en una observación minuciosa y detallada de las partes y del conjunto,
requiriendo ciertos conocimientos previos, para que el crítico pueda entablar
un diálogo con la obra. Este análisis conlleva, implícita o explícitamente, un
juicio de valor. El crítico es juez e intérprete de la obra. Dicho juicio de
valor está dirigido a un público no especializado y contribuye a crear un
espacio de formación y de discusión, cumpliendo tanto con una función
informativa como formativa. Aparece como mediador entre la obra y el espectador
común y corriente. En teoría, su función es dar a conocer su interpretación,
traducción y valoración una obra con ojo crítico, emitir un juicio de valor
“desinteresado”, como diría Kant. La cuestión de la figura del crítico en tanto
“experto” me remite a la postura de Hume con respecto a “la norma del gusto”.
El sostenía que, frente a la existencia de una diversidad de gustos en el
mundo, existen determinadas apreciaciones que son legítimas y verdaderas, por
el solo hecho de estar fundamentadas en la delicadeza en el gusto del experto,
la cual le puede apreciar hasta el más mínimo detalle del conjunto.
Para
hacer una distinción más ilustrativa, me gustaría traer a colación el
interesante aporte de Guido Ballo, quien transforma a los receptores en “ojos”
y los clasifica en cuatro: el ojo común, el ojo snob, el ojo absolutista y el
ojo crítico. El primero de ellos, el común, es el que tiene la mayoría de las
personas y, a la hora de apreciar el arte,
se guía por la costumbre, lo tradicional y lo convencional. No obstante,
entre el ojo común pretende destacarse un ojo
snob, que se acopla a lo que está de moda y pretende mostrarse como culto y
conocedor de cultura general. Por otro lado, podemos encontrar en algunos casos
un ojo absolutista, que se trata de un observador polémico: tiene un
vasto conocimiento sobre arte pero generalmente apunta a una sola dirección y
rechaza todo lo que no entre en su campo de visión. Ballo va a decir que por
desgracia muchos críticos de arte se encuentran en esta categoría. Son cerrados
y generan juicios de valor arbitrarios y extremistas: arte o basura, todo o
nada. Finalmente, Ballo va a decir que
una real apreciación estética requiere un ojo
crítico, el cual requiere de mayor formación teórica y es capaz de captar
en una obra los “síntomas” de la época en la que esta fue llevada a cabo. Este
ojo descubre que, si bien la universalidad del arte es absoluta, sus raíces son
siempre particulares. Por eso no solo requiere formación, sino también
intuición, superación y variación del ángulo para encontrar el indicado para apreciar
la obra.
Otra
contribución interesante es la de Benjamin, quien, como crítico literario, hace
una clara distinción entre el comentario y la crítica de una obra: al primero
lo llamaba contenido real mientras
que al segundo lo denomina contenido de
verdad. Él va a decir que ambos están unidos en el primer periodo de la
obra, pero a medida que pasa el tiempo e interviene el análisis crítico, se
revela el contenido de verdad que
subyace bajo su encubrimiento original. Entonces, la labor del crítico es conocer,
investigar, iluminar y acercarse al contenido
de verdad de la obra artística.
Me resultó interesante la propuesta que introduce Susan Sontag en su ensayo “Contra la interpretación” (1964). Allí
pone en tela de juicio la manera que tiene la sociedad de su momento de
vincularse con el arte. Ella sostiene que este vínculo se caracteriza por
centrar más el foco en el contenido
de la obra, lo que subyace, lo que está detrás de la simple apariencia. El
énfasis puesto en el contenido deja de lado la importancia de la forma. Ella sitúa la separación de la
forma y el contenido, como dos elementos básicos de toda obra de arte, en la Antigüedad con las
primeras teorías estéticas de Platón y Aristóteles. Estas teorías miméticas, a
pesar de discrepar con respecto al estatuto ontológico y al valor cognitivo de las imágenes resultantes
de la mimesis, coinciden al concebir la forma como algo accidental y
secundario, mientras que el contenido es lo prioritario y esencial. Lo real y verdadero está en el significado de lo que la obra
representa, en cambio la apariencia sensible de la misma pasa
a un segundo plano, ya como un simulacro engañoso, una copia de copias que
aparta a las personas del orbe de las ideas (Platón), o ya como imitación de
acciones cuyo efecto catártico obedece a que no se la confunda con sus modelos
reales (Aristóteles). Por lo tanto, la práctica de la interpretación paso a
tener importancia, por desentrañar los contenidos que están implícitos en las
obras. La interpretación procede como una traducción, una transformación de lo
inmediato y obvio por el uso de un código que revela lo escondido y latente.
Para Sontag, la idea misma de contenido se torna un
obstáculo en la época en la que escribe, porque la interpretación se ha tornado
cada vez más compleja. De hecho, su reflexión se torna mas radical al afirmar
que la interpretación es la forma típicamente moderna de comprender algo, al
elevar lo que ocurre en el campo artístico a nivel sistema. Pero sin ir mas
lejos, ella afirma metafóricamente que “la
interpretación, basada en la teoría (…) de que la obra de arte está compuesta
por trozos de contenido, viola el arte”. ¿Qué quiere decir semejante
afirmación? Significa que los intérpretes, o más bien los críticos, estrujan la
obra de arte con tal de obtener el oro, el contenido
de verdad como diría Benjamin, desintegrando la forma, y esto muchas veces
termina desvirtuando y hasta deformando a la obra. Caracteriza a la
interpretación como una reducción del mundo real en un mundo de significados.
Los “enfoques contenidistas” subsumen al arte en el campo de la teoría y
bloquean la fuerza liberadora que lo caracteriza, al concebir a la obra como un
acertijo. Por lo tanto, esta búsqueda de la verdad que subyace tras la
apariencia puede recaer en la ceguera.
Por eso es que, tanto
para Sontag y como para otros pensadores de la época, el arte moderno pretende
huir de la interpretación, de la búsqueda de significados ocultos. Por eso, la autora destaca la transparencia
en las obras, la cual supone experimentar la luminosidad del objeto en sí, de
las cosas tal como son. Ella cita ejemplos de manifestaciones artísticas que
huyen de la interpretación y dan valor a la transparencia de la forma, como es
el caso del pop-art, la pintura abstracta, la poesía moderna o el cine de
Bergman, Godard, etc. En definitiva, no
menosprecia el intelecto del crítico sino que, más bien, reivindica otro modo
de vincularse con el arte. Propone una erótica
del arte, una crítica que se detenga en el “cómo es lo que es”, la forma de la obra.
Diez años antes al
ensayo de Sontag, Pareyson elabora su teoría de la formatividad, la cual considera a la obra de arte como el
resultado de un proceso dialéctico entre el artista y la materia (materia
entendida como medios expresivos, técnicas, teorías, lenguajes, etc.). En este
proceso, el artista se pone el dialogo con la materia, a través de la
interpretación. La obra va tomando forma a medida que el artista se somete al
camino que decidió tomar, ya que hay una multiplicidad de relaciones entre
forma y materia. En resumidas cuentas, en la recepción de una obra finalizada
ocurre lo mismo, no hay una única interpretación, sino que cada intérprete se
sirve de su personalidad como instrumento de lectura de la obra. No hay un contenido de verdad sino
interpretaciones, existen múltiples caminos para llegar a una misma verdad.
Tanto Sontag como Pareyson dan relevancia a la forma, aunque el segundo tiene
una idea de interpretación distinta a la de la primera. Sontag concibe la
interpretación en relación a la función del crítico de arte, mientras que
Pareyson parece entender la interpretación como la acción que hace cualquier
sujeto que contempla una obra de arte.
Admiro el hecho de que ella, siendo escritora, novelista y ensayista, entre otras tantas cosas, examine y cuestione los fundamentos de la crítica y la
interpretación, proponiendo un vínculo erótico con el arte. Y así fue cómo ella
produjo material con esta finalidad. Sin embargo, advierto que esta postura no
logra un conciliar la separación entre la forma y el contenido, sino mas bien
se invierten los roles que habían adquirido tradicionalmente.
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Creo que es muy útil contar con
las herramientas adecuadas para “conectar” con la obra. Conectar seria saber
interpretar, dejar que la obra penetre en nosotros a través de los sentidos,
recibir un mensaje. Dicho mensaje puede gustar o no, generar sensaciones
agradables o desagradables. Por ejemplo, Baudelaire decía que la crítica debía
ser parcial, apasionada, política, hecha desde un punto de vista exclusivo pero
que abra la mayor cantidad de horizontes. De esta manera, la crítica le
permitió al “Baudelaire poeta” conocer otras obras de arte a través de la
experiencia estética, así como también hace posible que el “Baudelaire crítico”
pueda descubrir su propio yo a través de su experiencia directa con las
manifestaciones artísticas. Criticar es conocer y al mismo tiempo recordar las
analogías entre las obras y el mundo interior del artista.
No obstante, me pregunto… ¿cómo
sería el mundo si no hubiesen existido críticos de arte en ningún momento de la
historia? ¿Qué hubiera pasado con el arte? Básicamente, mi gran duda es: ¿Las
herramientas que aporta la crítica para la apreciación del arte son necesarias,
constituyen una condición sine qua non?
Esta tendencia a creer que hay
una “ignorancia” general en el público parece ser el síntoma de aquella
creencia de que el arte solo puede ser entendido por unos pocos, por aquellos
que estudiaron o aquellos que “nacieron con un don”. En contados casos vemos
críticos o expertos en arte que poseen el ojo
absolutista, como diría Ballo, que hablan desde una posición de poder. La
figura del crítico como único poseedor de conocimiento y capacidad de juzgar
una obra es sumamente determinante e influyente. Esto ocurre, no solo con el ojo absolutista que criticaba Ballo, sino también el ojo crítico. Es sumamente probable que muchos críticos literarios
hayan desvirtuado el verdadero significado de una novela o la obra completa de
un autor. Y si esto no es así, ¿cómo puede ser que existan tantas
interpretaciones posibles de la obra de Kafka? Considero que el impacto que
genera la crítica en la sociedad es más fuerte de lo que aparenta. Muchas veces
el discurso del experto se impone, tiene poder de veto y transformación. La
interpretación que se logra imponer marca el destino de la obra y del artista,
abre algunas puertas y cierra otras e, inconscientemente, determina la forma en
que vamos a vincularnos con el arte. Esto ocurre en diversos contextos, desde
un jurado que evalúa y discute quien será el ganador de un concurso de
artesanías regionales hasta un sujeto que escribe una reseña del último disco
de una banda en la revista Rolling Stone. El crítico construye los estándares
en el arte, y el ojo común los
consume.
El problema no está en el hecho
de que la critica cobre un carácter arbitrario o absolutista. Sin embargo, creo
que en el arte todo vale por el simple hecho de ser una representación de un
sujeto, ya sea de una idea de belleza, de un sentimiento o lo que sea.
Independientemente del contenido de la crítica, y la pluralidad de críticas que
se puedan hacer, como receptores tenemos determinados un camino a seguir, sin
dejar lugar a otras posibilidades. Entonces, paradójicamente, la critica nos
amplia y nos limita. De acuerdo con Fragasso,
para superar la subjetividad arbitraria de la crítica y abrir un gran número de
perspectivas, sería preciso que ésta misma pueda cuestionar sus propios
fundamentos y certezas. Entonces, podría decirse que lo que muchos ven como una
decadencia en la crítica de arte, otros lo ven como un gran
paso.
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Ahora puedo
sacar mis propias conclusiones. La cuestión de la crítica del arte me llevó
directamente a la cuestión de la interpretación, y allí es donde veo un terreno
pantanoso. En él hay ambigüedad: Interpretación puede ser la traducción del
experto (Sontag), pero también puede ser la de cualquier intérprete no
especializado (Pareyson). También hay contradicción: la interpretación amplía
nuestros horizontes, pero limita nuestra visión. Por lo tanto, hay un
cortocircuito que nos puede llevar a discusiones sin salida. Teniendo en cuenta
la pluralidad de caras que esconde un simple concepto, puedo entender que el
problema es semiótico.
Desde mi
humilde opinión, estoy a favor de una idea de interpretación basada en el
individuo común y corriente que analice, investigue, y experimente por su
propia cuenta el arte, como si él fuera un crítico, y que pueda intercambiar
sus interpretaciones con las de otras personas. Desde mi experiencia personal,
escribiendo en una revista de crítica de cine, me sentí varias veces
interpelada cuando escribía mis análisis, porque en realidad me siento y me veo
a mi misma como una cinéfila común y corriente. Prestaba atención a las formas
y contenidos que yo creía relevantes del film, sabiendo que quizás otra persona
le daría más importancia a otras cuestiones. Creo que esta idea de
interpretación, que se esta gestando en muchos espacios, seria una forma
fructífera de conectar con el arte.